Para introducirse en las Humanidades Digitales
21 julio 2014
21 julio 2014
Hace un mes ya que asistí al curso “Introducción a las Humanidades Digitales”, organizado por el Laboratorio de Innovación en Humanidades Digitales de la Universidad Nacional de Educación a Distancia y avalado por la European Association for Digital Humanities. Bajo la dirección de Elena González-Blanco García y María Elena Azofra Sierra, el curso pretendía “ofrecer una panorámica de los distintos campos de las humanidades digitales: el tratamiento digital y la edición de textos e imágenes y su aplicación en áreas como la literatura y el arte, el uso y diseño de las bases de datos para humanidades, el conocimiento de herramientas digitales para la construcción virtual de proyectos culturales y su desarrollo en la web, así como herramientas para el tratamiento de datos y su visualización”.
El curso tuvo lugar del lunes 23 al viernes 27 de junio de este año en el Salón de Actos de la Facultad de Ciencias Económicas de la UNED. En la página web del curso se informaba con gran exactitud de la multitud de formas existentes para llegar a tan recóndito paraje. Y digo recóndito no por su localización, apartada del mundo y a sólo unos metros de la Casa de Campo, sino por la dificultad que presenta elegir una ruta para quien desconoce el espacio en que se ha de mover. Por otra parte, y dado que se trata de una Summer School, se desarrolla en verano, temporada en que, al haber acabado las jornadas lectivas comunes, los servicios administrativos se ven reducidos, lo que incluye el horario de la cafetería. Lo mejor del lugar, la conectividad, pues aun afuera del edificio se tenía acceso a la red de invitados…
Por otra parte, esta fortaleza en cuanto a la información presentada en la web del curso se veía incrementada por la solidez de la plataforma en que los distintos ponentes ponían los materiales de sus disertaciones a disposición de los estudiantes y ser proporcionaba a los estudiantes online el acceso a la retransmisión de las conferencias. Pero al mismo tiempo se notó una fuerte desinformación de todo lo relacionado con el entorno del curso: si bien uno podía entrar a los foros dispuestos al efecto y formular las preguntas necesarias –que serían respondidas con acierto casi de inmediato–, esto funcionaba a la perfección para los estudiantes a distancia; los presenciales nos teníamos que conformar con la atención al conferencista y, de tanto en vez, revisar el correo para comprobar las respuestas a las preguntas de los estudiantes a distancia. En estos casos, obviamente, no hallamos respuesta alguna a las preguntas “¿Dónde comemos?”, “¿Mañana a la misma hora?” o “¿Hay que descargar algo?”, por poner sólo unos ejemplos. La sobreinformación es, en ocasiones, desinformación.
Y es que una de las cosas grandes que tuvo este curso fue que lo organizara el LiNHD de la UNED, puesto que al tratarse de una institución que, por definición y establecimiento, hubo de adaptarse muy rápido –y eficientemente– a la docencia online, la modalidad a distancia se vio muy beneficiada de ello. Y a pesar de que no se exigían requisitos académicos previos a los participantes, en cualquiera de las dos categorías, a los alumnos a distancia se les exigía únicamente un resumen de cada una de las conferencias para el cumplimiento del curso. Lo único malo, en este sentido, fue el precio, tanto para los estudiantes presenciales como para los estudiantes a distancia, y, por supuesto, comparativamente y en sus múltiples variedades. No entiendo bien el porqué de la enorme diferencia de precio contra los estudiantes presenciales, si tuvimos que desplazarnos todos los días para asistir al curso, pagando el transporte, mientras los estudiantes a distancia se sentaron en sus casas –dependiendo de su huso horario y hábitos nocturnos, en mejores o peores condiciones– a ver la transmisión de las conferencias. No entiendo bien tampoco el porqué de la diferencia de precio según fuera tu situación académica, si no se exigían requisitos académicos previos. No entiendo bien tampoco que a los miembros de ciertas organizaciones (como nuestra Red-HD o la Asociación Argentina de Humanidades Digitales) se les ofreciera un hermoso descuento del 10%, si este era sólo aplicable a académicos…
En cualquier caso, y sean cuales sean estos porqués, el curso cumplió con su objetivo de ofrecer una panorámica de las Humanidades Digitales, puesto que se ofreció una variedad de herramientas y de aplicaciones a diversas disciplinas, desde el marcado de textos, imagen y video a la web semántica, pasando por el blogueo, las bases de datos, la visualización o las ontologías. Pero, ¿dónde quedó “el espacio”? ¿Dónde “el arte”? ¿Dónde “la minería”? ¿Dónde las Public Humanities? ¿Y dónde las #HDenespañol? Pues, por desgracia, en ningún lado. El marcado sesgo filologicista del curso hizo que las ejemplificaciones de los conferencistas tendieran una y otra vez hacia aquella disciplina, y que se olvidaran de los sistemas de información geográfica, de las exhibiciones (p.e., Omeka, Prism, Scalar…), de la curaduría digital, de las ciencias digitales, de la utilidad social necesaria de las investigaciones… Todo pasaba siempre, de una u otra manera, por la Filología o la Lingüística, de manera que el curso bien hubiera podido llamarse “Introducción a la Filología Digital”. Por suerte, algunos de los conferencistas se orientaron a muy otros problemas con los que otras disciplinas dentro del conjunto de las Humanidades conviven, y en algunos casos estudiantes mostraron intereses distintos a aquellos. Son de destacar las conferencias de Susanna Allés Torrent, Santiago Timón Reina, Ana García Serrano, Eva Moraga Guerrero, Alba Alonso Gutiérrez, Felisa Verdejo Maíllo y, especialmente, la de Alejandro Rodríguez Ascaso, que nos recordó para qué debemos seguir con nuestras investigaciones, hizo saltar alguna lágrima de emoción y recomiendo encarecidamente.
Y es que el modelo de conferencias, tan escolástico y castizo, no parece apropiado para la docencia de las Digital Humanities. Podría parecer que, dado el objetivo primario del curso –”ofrecer una panorámica…”–, este modelo facilitaría al estudiante una visión de conjunto y la posibilidad de aplicar a sus propias investigaciones los conocimientos adquiridos. Y así hubiera sido de haberse organizado como docentes para presentar conocimientos interrelacionados, enlazando las ideas de unos con las de otros, y el uso de unas herramientas con las demás, es decir, conjuntando un paquete de conocimientos a transmitir por todos. Pero no fue así, y a la disparidad de conocimientos que presentábamos los estudiantes se sumó la disparidad de conocimientos transmitidos. Quizá de haberse preparado el curso en conjunto, y quizás adoptando formas de taller –en que los estudiantes hubiéramos podido ver ejemplos, comprender su funcionamiento y aplicar las herramientas empleadas en aquéllos a nuestras investigaciones– la docencia hubiera sido más eficiente.
Me referí a las Digital Humanities, expresando que se produjo en este curso una docencia de las mismas. Y no me desdigo: a la disparidad de conocimientos a transmitir por parte de los conferencistas, se debe sumar, en algunos casos concretos, la presentación de contenidos en otros idiomas, más por reutilización –o “refrito”– que por referenciación. En estos casos, que fueron varios, más de un estudiante entendió que había prisa y falta de trabajo en la preparación de las conferencias, lo que redunda en las consabidas falencias en la transmisión de conocimiento. Si a esto sumamos lo antedicho y la problemática de la traducción cultural –en varias direcciones y sentidos–, tendremos un completo diagnóstico de los problemas docentes que mostró el curso.
Pero no fue ésta la norma, y en general pudimos los estudiantes aprender más que desaprender, sin gran esfuerzo, merced a la gran organización de Elena González-Blanco García –siempre presente y dispuesta– y María Elena Azofra Sierra, a pesar de nuestra disparidad en conjunto. Debo agradecer aquí especialmente las “tablas” y empatía de Alejandro Rodríguez Ascaso, la actitud de Santiago Timón Reina abajo del estrado, la disposición de Eva Moraga Guerrero y que Ana García Serrano entendiera tan bien que las clases de verdad se dan afuera del salón. Y es que, salvo casos concretos –cerrados por sí mismos–, los conferencistas supieron permitir a los alumnos acercarnos a discutirlos, si bien no todos se pusieran a la altura de las circunstancias.
Creo que con esto he sabido realizado una labor suficiente y general de análisis del curso, con sus fortalezas y sus debilidades, sin tratar en ningún caso de dañar, sino criticando para mejorar y construir mejores cursos de Humanidades Digitales. Espero que este sea el primero de muchos, y de hecho el LiNHD de la UNED presentó la convocatoria para el Título Propio de Experto Profesional en Humanidades Digitales que se desarrollará únicamente en la modalidad a distancia a partir del año próximo, merced a la experiencia obtenida en este curso de verano. ¡Estén atentos a las inscripciones!
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