Internet feminista (?)
7 diciembre 2023
7 diciembre 2023
Una de las cosas que analiza Simone de Beauvoir en El segundo sexo es la relación de las mujeres con las máquinas. Desde el enfoque marxista las máquinas son propiedad de los capitalistas, mientras que los obreros son operadores enajenados por las mismas. En el caso de las mujeres, las máquinas les permiten incorporarse al mercado de trabajo, ya que algunas actividades que estuvieron reservadas a los hombres, en tanto que implicaban un gran uso de la fuerza, ahora pueden ser ejecutadas por las mujeres sin necesidad de la fuerza bruta.
La Revolución Industrial implica, entonces, la participación de las mujeres en el trabajo productor, la reivindicación feminista sale del dominio teórico y encuentra bases económicas. Las máquinas permitirían eliminar el género para tener sólo trabajadores, así, la liberación del proletariado conlleva la liberación de las mujeres (Beauvoir, 2013). De esta manera, la reivindicación del trabajo femenino se limita a la incorporación de las mujeres a una estructura determinada por los hombres, desde el análisis de Beauvoir esto significaría poder provocar la guerra, pero no sugerir la táctica de la batalla.
Beauvoir señala que, si bien el uso de las máquinas llegó, incluso, a equiparar la fuerza viril de los hombres, ya que éstas podían desencadenar inmensos despliegues de energía con sólo apretar un botón, la relación de las mujeres con las máquinas estuvo en situación de desventaja respecto de los hombres. Por un lado, las mujeres estaban habituadas a trabajar por sueldos más bajos que ellos, y por el otro, las máquinas estaban construidas por hombres, para funcionar dentro de estructuras determinadas por ellos. Aunado a esto, señala que una vez concluidas las jornadas de trabajo, la mujer tenía que regresar al hogar a cumplir las tareas relacionadas con su “condición de mujer”, lo que ha dado como resultado un desgaste físico mayor.
En este sentido, muchas de las discusiones sobre la precariedad y el trabajo femenino se han enfocado en la obtención de sueldos más justos y en el derecho a ocupar las posiciones que han sido reservadas a los hombres, no obstante, no pone en problemas que el tablero de juego no se haya modificado. En palabras de Ana María Martínez de la Escalera (2018), no hay cambios significativos en la reconfiguración de las experiencias y hay una limitación a seguir con agendas que llevan a reproducir el trabajo asalariado.
Quizá el enfoque habitual de la relación de las mujeres con las máquinas y la técnica proviene del entendimiento de lo maquínico como el camino de sofisticación hacia la modernidad, donde las máquinas y la tecnología son un conjunto de cables, tuercas, y piezas con botones y palancas que permiten ejecutar de manera eficiente una tarea, donde éstas, las máquinas, son circuitos cerrados sin la posibilidad de violar sus propósitos destinados (Eglash, 2004). La relación con la máquina está enfocada a la productividad, la eficiencia, la eficacia; pasando por la máquina de vapor y la producción en serie, hasta la cibernética. En ambos casos, la máquina se presenta como un ente cerrado lleno de misterios, del cual se desconfía, pero al cual no se puede acceder, ya sea que las máquinas roben todos los trabajos del hombre, o bien, roben sus datos para controlarlos no sé sabe bien de qué manera.
Gilbert Simondon tiene una propuesta teórica que aboga por la toma de conciencia de los objetos técnicos como un paso hacia la abolición de la esclavitud de las máquinas, esclavitud que es un lugar común donde se han estancado algunas de las discusiones sobre la relación hombre-máquina después de la Revolución Industrial; generando una especie de tecnofobia donde las máquinas y sus enormes motores, sus complejos transistores o sus malvados algoritmos “cobran vida” y deciden relegar y eliminar a los humanos, negando así que, las máquinas están conformadas y “dirigidas” por estructuras que emulan de manera automatizada la moral y la cultura.
Simondon también señala que las máquinas reflejan las estructuras del gesto humano. Es decir, las máquinas no son objetos ajenos a lo humano, sino que están construidos desde la mirada de estos y representan la materialización de las técnicas culturales.
Desde hace años, uno de los asuntos que ocupa a algunas mujeres preocupadas por la lucha feminista, es la relación de las mujeres con Internet. Habitualmente, estas perspectivas contemplan a Internet como una abstracción del pensamiento hipertextual vislumbrado en ideas como el Xanadú de Ted Nelson o el Áleph de Borges, que ha sido posible gracias a la construcción de dispositivos, la ingeniería, la programación, el desarrollo de lenguajes y el protocolo de hipertexto (http/); sin embargo, es difícil distinguir con precisión su calidad de objeto técnico de su potencia como espacio para la gestación de nuevas técnicas culturales. Esto significa que un decálogo de buenas prácticas o un sello feminista no es suficiente para desmontar las prácticas que implica la materialidad misma de la máquina como dispositivo, una etiqueta que diga que somos hackers no destruye el dispositivo del cual formamos parte, ya lo dice Carlen Lavigne en Cyberpunk women, feminism and science fiction, la figura hacker es occidental, heteropatriarcal y masculina.
Desde este panorama y tomando en cuenta la preocupación por la construcción de un Internet feminista, propongo comenzar a pensar en la relación de las mujeres con las máquinas. Un primer paso es abandonar la idealización de la figura paradigmática de Ada Lovelace (primera programadora y responsable de la concepción de la primera máquina autónoma) como un simple antecedente de Internet, sino intentar mirar desde otros ángulos, e incluso desde otros ejemplos de técnica, máquina, tecnología, herramienta, automatización, etcétera, previos a esta idea de máquina. Pues, si bien funciona como un caso que visibiliza la violencia de la historia respecto de los personajes femeninos, impide pensar a Internet como una tecnología más allá de ARPANET (Advanced Research Projects Agency Network por sus siglas en inglés), esta perspectiva genealógica coloca el problema en términos de inputs eléctricos y de lenguaje binario; tema sobre el cual también se ha reflexionado poco y hemos tendido a elaborar aseveraciones sin descripción ni desarrollo que hablan del “machismo de Internet”. Tenemos que pensar en Ada Lovelace como la creadora de un lenguaje máquina y no como heroína de la lucha hackfeminista moderna.
Recapitulemos. El trabajo de Charles Babbage enunció la repetición de determinadas operaciones y el uso de bucles para operaciones más complejas. Asimismo, pensó en las combinaciones posibles que mejorarían la operación de una máquina, al incluir repeticiones; ello significaba una ruptura con la linealidad y la diversificación de opciones, dejando espacio para otras imaginables. De este modo, podemos vislumbrar una máquina susceptible a ser programada a través de códigos y microcódigos, que en el boceto de la primera máquina analítica era posible a partir del uso de tarjetas perforadas. La programación de estas tarjetas requería de la distinción entre operaciones constantes y operaciones variables, siendo las tarjetas las que definían el tipo de operación, otros valores constantes, otras variables intermedias y, finalmente, variables de los posibles resultados; esto, conformaba un programa (Zafra, 2016).
Como podemos ver, las sugerencias matemáticas que Ada añadió al Menabrea en 1840 no se limitó a corregir ecuaciones, sino que construyeron la estructura de la programación de la primera máquina, que será entendida como un objeto con un dispositivo de entrada que permite ingresar datos, un procesador para la realización de cálculos, un dispositivo de salida, un almacén o depósito y la posibilidad de ser programable.
Cien años más tarde, en 1940 Grace Murray Hopper fue la encargada de programar la primera máquina basada en aquella ideada por Charles Babbage y Ada Lovelace. Grace también es la inventora del primer compilador para un lenguaje de computación y quien recomendó, mientras trabajó para UNIVAC, desarrollar un lenguaje con palabras sólo en inglés, petición que fue negada en un principio debido a que se argumentó que “las máquinas no entendían inglés”. En 1970 apoyó ante el gobierno de los Estados Unidos el reemplazo de los sistemas grandes y centralizados por redes de pequeñas computadoras distribuidas, de manera que cualquier computadora podría acceder a una base de datos común localizada en la red. Como podemos ver, el trabajo de Ada y Grace implicó el surgimiento de las tecnologías de la información e Internet como las concebimos actualmente.
A este recorrido habría que sumar un análisis crítico desde la propuesta de cosmotécnica del filósofo de la tecnología Yuk Hui. Esto implica reconocer la materialización moral, social y política que representa la máquina de Babbage y Lovelace, así como la de Grace. No perdamos de vista que la tecnología mecánica del siglo XIX no es con la que se construyó la máquina computadora, ésta última se desarrolló en un paradigma electrónico y digital.
Debemos de tener cuidado con dar el salto de digital a binarismo machista, error en el que han caído algunos hackfeminismos; si bien lo digital implica una binarización, dos dígitos sobre los que se establece la comunicación entre las computadoras, dicho binarismo es la sofisticación del encendido y apagado que derivó en los bulbos electrónicos y más tarde configuró la electrónica.
Cyberpunk
Algunas de las genealogías sobre el llamado hackfeminismo o Internet feminista consideran al cyberpunk y el net art como los inicios del activismo feminista a partir de las tecnologías de la información. No me detendré en desarrollar los inicios de Internet, debido a que existe una gran cantidad de información al respecto en la Red. Sin embargo, me parece importante presentar algunas de las ideas planteadas por Carlen Lavigne en su trabajo de doctorado Mirrorshade Women: Feminism and Cyberpunk at the Turn of the Twenty-first Century, pues considero que abonan a la discusión planteada al inicio de este texto. En la investigación llevada a cabo por Carlen, rescata el trabajo de las mujeres en la ciencia ficción y el cyberpunk, atendiendo a un análisis y comparativa de sus textos respecto de los trabajos de los exponentes masculinos más importantes de dicho género durante el periodo comprendido entre los ochentas y los noventas.
Carlen Lavigne considera que el cyberpunk de las mujeres alteró las convenciones de este género literario y que la ciencia ficción femenina funcionó como una compleja fuente de ideas políticas. Por su parte, las mujeres en el cyberpunk incorporaron temas como las tecnologías reproductivas y los derechos queer. Asimismo, refiere que el éxito comercial de los textos elaborados por mujeres fue menor, pero más exitosos en el sentido de la presentación de nuevas ideas y su postura frente al estatus quo del patriarcado, yendo más allá de una simple imitación de la primera generación de escritores de este género, sino que crearon cosas originales. Por otro lado, subraya que las narrativas femeninas tuvieron un impacto en el desarrollo tecnológico de finales de los ochenta y principios de los noventas, en el que también funcionaron como campo de referencia para la conceptualización de las nuevas relaciones con la tecnología.
Lavigne enuncia que la participación de las mujeres en el cyberpunk determinó el interés de otras mujeres en el campo de la ciencia y la tecnología; sin embargo, dicha participación se vio limitada debido a la forma en que las mujeres se aproximaban a las computadoras. Describe que el contexto cultural ha sido una limitante para el estímulo de las mujeres, puesto que la relación con máquinas como coches o computadoras estaba ligada a la escena masculina desde la infancia, además de que el inicio del cyberpunk construyó estereotipos donde los personajes eran antisociales, sombríos y con actividades muy limitadas a la luz del día, lo que considera influía en la percepción de algunas mujeres en temas de ciencia y tecnología.
Otro punto que señala sobre el cyberpunk femenino hace referencia a la tendencia de las mujeres hacia la practicidad, dejando de lado las fantasías masculinas típicas, como la fuga corpórea y el control tecnológico. Menciona un texto de Judy Smith donde intenta cambiar el estereotipo del hacker para hacer más atractiva la alfabetización informática. Además, puntualiza que si bien la relación de las mujeres con la tecnología provenía en su mayoría de telefonistas, cajeras, secretarias, etcétera; dichas tecnologías amenazaban con sustituir su trabajo a partir del desarrollo de máquinas y software. Aquí otra perspectiva sobre la relación que se vislumbraba para las mujeres con las máquinas. Con base en esta situación, las corporaciones de alta tecnología comenzaron a reclutar de forma masiva a mujeres, no porque se hiciera un reconocimiento al feminismo, sino porque se aludía a las capacidades sociales de las mujeres, potenciales para impulsar los productos en un escenario capitalista, de manera que no considera que el aumento de las mujeres trabajadoras en el sector de las Tics sea necesariamente un triunfo, puesto que lo que el sector empresarial esperaba de ellas era una función específica que favoreciera a la estructura capitalista. Se sumó el aumento de programas sociales y educativos diseñados para reclutar mujeres en las ramas de ciencias, matemáticas, ingeniería y programas de computación. Dichos programas siguen teniendo réplicas en México y Latinoamérica, programas de reclutamiento que son considerados como éxitos en algunos grupos feministas pero que difícilmente plantean una relación crítica con el software, los lenguajes de programación o la máquina, sino que aluden a un empoderamiento basado en la adquisición del poder masculino.
Visibilidad
Monserrat Biox sitúa los inicios del activismo feminista en la campaña del EZLN de 1994, cuya estrategia busca aliados en distintas partes del mundo para denunciar la discriminación de la población indígena chiapaneca, así como para visibilizar la resistencia zapatista. Esta narrativa me parece una apropiación deleznable de la lucha de las comunidades zapatistas para vestir de ejemplos y triunfos al feminismo blanco y que borra la construcción de un movimiento político que se explica desde otros lugares.
Otro de los referentes que Biox considera importantes es la Marcha Mundial de Mujeres para denunciar la pobreza y la violencia contra las mujeres, la cual es, desde su evaluación, un referente importante para el ciberactivismo y para el movimiento feminista. En octubre de 1998 se lanza la propuesta en la red a través del portal Mujeres en Red, el resultado es la suma de un centenar de países. Como producto de estas movilizaciones, en el año 2000 se entregan a la ONU cinco millones de firmas de 159 países, lo que convierte a esta acción en una de las más importantes a nivel internacional para el feminismo.
Más tarde, VNS Matrix, colectivo artístico formado por cuatro mujeres en Australia a principios de los noventas, lanza un manifiesto en una pantalla de la vía pública en Sidney. Mismo que más tarde se ha viralizado en Internet con algunos cambios al texto original (Plant, 1996).
Este manifiesto expresa la violencia del patriarcado hacia las mujeres y se toma a Internet como un espacio de lucha a partir del cual se puede retar a las estructuras de poder a través de la elaboración de discursos con los recursos que ofrece este soporte, entre ellos se incluye el uso del código. Los temas que este colectivo desarrolla en sus actividades artísticas en Internet están relacionados con la sexualización de las mujeres y las relaciones entre ellas y la tecnología. Son consideradas el primer colectivo en utilizar el término ciberfeminismo y describir su práctica. Hacen referencia a la necesidad de construir un discurso más radical y crítico sobre la tecnología y el ciberespacio. Ellas también son quienes escriben el plan para el juego All New Gen, que trata de una ciberguerrilla programada para infiltrarse en el ciberespacio y hackear el control del hombre Oedipal, mejor conocido como Big Daddy Mainframe. A través de éste se juega a reprogramar la culpa, negar la autoridad y a confundir la identidad (Plant, 1996).
El inicio del ciberfeminismo tiene como importantes consecuencias la construcción de redes de mujeres, quienes a través de sus espacios se encargan de visibilizar las desapariciones, la violencia en distintos ámbitos de la que son objeto las mujeres y, además, rescata el valor de estas camaraderías para la persecución de conquistas en el ámbito jurídico. El ciberfeminismo, en este sentido, ha encontrado nuevas formas de activismo, permitido nuevas alianzas y la ampliación de la denuncia, así como la coordinación de estrategias y acciones (Biox, 2010).
Histeria
Sadie Plant es uno de los más importantes referentes en cuanto al tema de las mujeres y la tecnología. Sadie describe al patriarcado como la precondición de las distintas empresas de propiedad y control, y la base de toda sujeción. También considera que los medios de comunicación, las herramientas y los bienes permiten a las mujeres escapar de su aislamiento y estar cada vez más relacionadas. Piensa que el feminismo moderno fusiona las redes y contactos que no requieren una organización centralizada y son capaces de evadir sus estructuras de mando y control.
Esta perspectiva de “caos”, la relaciona con la figura freudiana de la histeria. Siendo ésta el punto en que la asociación queda un tanto libre, girando en sus propias condiciones y sin enlaces hacia ningún núcleo central. De manera que, si la histeria ha sido asociada a una patología paralizante del sexo que no es, entonces ésta funciona como una posibilidad de un modo de producción distinto.
Plant refiere que la historia de la tecnología se narra desde una perspectiva exclusivamente antropomórfica, de manera que su eje de rotación está afianzado a los intereses del hombre, son productos del genio de éste y son medios para sus propios fines. Las máquinas más complejas, en tanto, son entendidas como herramientas que permiten la interacción con el mundo natural inferior. Sin embargo, aquello que afianza dichas relaciones se encuentra fuera de esta narrativa, y aquí es donde, según la lectura de Plant, Freud está dispuesto a dar este crédito a las mujeres, pero éste, el tejido, no es una cosa, sino un proceso. Por lo tanto, el tejido que media las relaciones entre el hombre y la tecnología son para Plant un punto de oportunidad para la histeria y para la construcción de nuevos modos de hacer, y así describe al ciberespacio como femenino y peligroso para el hombre.
Uso emancipador de la máquina
Como hemos visto, la relación de las mujeres con la tecnología ha estado marcada y limitada, en tanto la creatividad, por una desigualdad propiciada por la cultura. La interacción de las mujeres con la tecnología ha estado determinada por distintos factores que han dificultado el proceso creativo de éstas, aunque no lo han impedido del todo, como quedó demostrado con algunos de los ejemplos expuestos. En este sentido, Remedios Zafra propone la figura de las (h)adas.
Las (h)adas son personas que prefieren programar sus vidas y sus máquinas, antes que ser programadas para ellas… son sujetos materiales donde la ficción no está excluida.”
Para Zafra las (h)adas pueden cambiar un <<if… else>> por un <<switch… case>>. Para ello discute las condiciones en que esto puede fluir hacia una transformación de lo que se produce y consume. El reto está en encontrarse en las circunstancias para convertirse en lo que cada uno quiera ser, incluso cuando esto corresponda a lo que aún no está referenciado a una palabra en el mundo, o bien, no ha sido imaginado con claridad, y esto trasciende a cambiar las condiciones que incluso pueden hacernos cambiar de opinión.
Ante esto, hay que aceptar que los deseos convertidos en afición requieren condiciones de posibilidad para materializarse. Es por ello que hace referencia al empoderamiento desde las máquinas. Esto sugiere la posibilidad de contar con espacio para hacer que nuestro tiempo libre no se incorpore a un uso determinado por alguien más, sino que responda a la posibilidad de crear.
¿Qué hacemos con nuestros tiempos y con las máquinas? ¿Cómo podemos, a partir de las condiciones de relación de las mujeres con la tecnología, intervenir y atravesar desde el pensamiento y la práctica política? ¿Hay una sola forma emancipadora de relacionarnos con la tecnología? ¿El hackfeminismo contempla todas las demás relaciones maquínicas y es en lo digital desde donde debe llevarse a cabo esta construcción de un mundo otro?
Walter Benjamin puede decirnos algo al respecto en El autor como productor. Ahí discute la sumisión a las técnicas y de la necesidad de crear obras que no encuentren un público; es decir: ¿cómo apropiarnos de nuestro tiempo y gestionarlo de manera que nuestra obra no se subsuma/pierda/mimetice a una estructura dictada por otros? ¿Nuestra relación con la máquina y el resultado de ésta tiene que ser “productivo”? ¿En qué sentido la tecnología hegemónica es masculina? Zafra propone el concepto de prosumo como una cualidad de los mercados actuales, de manera que las mujeres tienen la tarea de cuestionar su estatuto como consumidores de símbolos. No son sujetos pasivos que leen, escuchan y asimilan información, sino que la construyen, manipulan, apropian y resignifican. Quizá el primer paso es romper la dicotomía productor/consumidor y pensar en otras formas de relacionarnos con los otros a través de los dispositivos, hacer que estos dispongan distinto, que propongan un hacer diferente. ¿Internet es capaz de borrar las distinciones que reducen, aplastan o segmentan en el “mundo físico”?
Según el estudio 2022 de la Asociación Mexicana de Internet sobre los hábitos de los usuarios de Internet en México, de 2017 a 2021 hubo un aumento de 10 millones de usuarios; situándose la cifra en 80 millones, cifra que representa el 75.6% de mexicanos mayores de seis años. De este total, el 51.8 por ciento son mujeres. Sin embargo, según el informe de 2017 sólo el 13% del total son usuarios localizados en el Sur de nuestro país, y no se precisa cuál de ese porcentaje son mujeres; para la encuesta de 2022 este dato ya no aparece. Asimismo, el informe de 2017 recabó que el tiempo de conexión promedio es de 8 horas y 1 minuto, dos horas más que en 2014, para el 2022 este dato desapareció. Más del 96% se conecta desde dispositivos móviles y más del 95% lo hace desde la conexión WiFi de su hogar.
Como podemos ver, es cierto que ha aumentado el número de usuarios, y que el 51% de ellos son mujeres, pero también es posible vislumbrar que el acceso a Internet se da en condiciones de privilegio y el uso está destinado mayormente a las redes sociales. Esto nos lleva a volver sobre el punto con el que inicia este texto ¿Cuál es la relación de las mujeres con la tecnología (en este caso Internet) y cómo está determinado el uso o prosumo de las mujeres en esta plataforma? ¿En qué resultan nuestras interacciones con Internet? ¿Hemos conseguido construir nuestras interacciones con Internet estén al margen de las huellas del capitalismo?
De este modo, me pregunto si es conveniente continuar la estrategia de la dislocación de las estructuras heteropatriarcales de Internet en términos de brecha digital o uso de software libre. Por un lado, la brecha digital implica continuar con la meta de progreso, en una carrera que no nos permitirá alcanzar a los países desarrollados, pues esta visión colonizadora nos dejará siempre detrás de alguien y en una angustia continua de alcanzar un “mejor lugar” en las jerarquías de la modernidad; implica también nociones de alfabetización digital, educación que en sí misma responde a modelos capitalistas que refiere a una educación estandarizada donde todos debemos alcanzar las mismas habilidades ¿Para qué fines?
Pensar que el uso de software como ejercicio hacker, es diluir la ocupación de Internet a usar un software orgánico, sin gluten, libre de maltrato; y no ocupar internet en cuanto a poner nuestra huella en él. Es decir: ¿cómo podríamos violar los propósitos o destinos de Internet hacia un mundo sin jerarquías que deriven en violencias, y dar paso a una creatividad que desplace el poder social hacia otros lugares?
Como examina Ana María Martínez de la Escalera, uno de los principales retos es poder pensar a la tecnología al margen del lenguaje de la economía, de la noción de autor (2018). Dejar de ser usuarios y a través de la invención dejar nuestra huella. Al respecto, me gustaría cerrar con las siguientes preguntas: ¿Es Internet un antídoto contra el heteropatriarcado? ¿Quién es el interlocutor de las ciberfeministas? ¿Facilita Internet la constante reconstrucción de lo femenino? ¿Permite Internet reinventar el oficio propio? ¿Es posible replantear a través de las herramientas que están en Internet la relación de las mujeres con la tecnología hacia un uso emancipador? ¿Es Internet una tecnología hegemónica desde su genealogía y valores?
María E. León Magaña
Jefa del Laboratorio de Investigación en Arte y Tecnología del Centro Multimedia del Centro Nacional de las Artes.
Fuentes
Beauvoir, Simone (2013) El segundo sexo Trad. Juan García Puente, Ed. Debolsillo, segunda edición, México Boix, Monserrat (2010) Hackeando el patriarcado: la lucha contra la violencia hacia las mujeres como nexo. filosofía y práctica de mujeres en red desde el ciberfeminismo social, p. 137, en X0y1, ensayos sobre género y ciberespacio, Coord. Remedios Zafra, Centro Andaluz de Arte Contemporáneo, Madrid. Eglash, Ron (2004) Appropriating Technology. Vernacular Science and Social Power, University of Minnesota Press, Estados Unidos. Hui, Yuk (2020) Fragmentar el futuro. Ensayos sobre tecnodiversidad Caja Negra, Argentina Lavigne, Carlen (2008) Mirrorshade Women: Feminism and Cyberpunk at the Turn of the Twenty-first Century, Carlen Lavigne McGill University, Montréal Department of Art History and Lavigne, Carlen (2013) Cyberpunk women, feminism and science fiction McFarland & Compani Inc, Estados Unidos Communication Studies February 2008 A thesis submitted to McGill University in partial fulfilment of the requirements of the degree of Doctor of Philosophy in Communication Studies Seminario Alteridades y Exclusiones. Mesa 8, Coloquio Tecnología: Cuerpos y Violencias, 22 marzo del 2018, Ciudad Universitaria, Ciudad de México. Plant, Sadie (1996) On the matrix. Cyberfeminist simulation, en Shields Rob de Cultures of Internet: Virtual Spaces, Real Histories, Living Bodies, Zafra, Remedios (2016) (h)adas: Mujeres que crean, programan, prosumen, teclean, Ed. Páginas de Espuma, mayo 2016, Madrid
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