Fragilidad en la era digital: el reto de conservar el conocimiento en línea
22 abril 2025
22 abril 2025
Carlos L. Paredes Hernández
Introducción
El uso de las computadoras y el internet se expandieron de forma masiva desde la década de los noventa. En estas tres décadas, millones de páginas web han desaparecido por diversas razones, entre ellas podemos identificar el abandono de usuarios, el cierre de estas plataformas o la obsolescencia tecnológica. Claramente, lejos de lo que podamos creer, la continuidad de la información que está en línea es muy vulnerable.
Entre setiembre y octubre de 2024, Internet Archive sufrió una serie de ciberataques que expusieron información de cerca de 31 millones de usuarios y afectaron sus servicios en línea, como el repositorio, Archive-It o la Wayback Machine. Durante los últimos años, los ciberataques a bibliotecas con servicios digitales han incrementado en frecuencia. En algunos casos, las consecuencias son más dramáticas. En octubre de 2023, la British Library fue víctima de un ciberataque que comprometió toda su documentación en línea. Aunque la institución ha venido implementando un plan de restauración con la renovación de su infraestructura y la actualización de sus contenidos, hasta el mes de marzo de 2025 sus servicios no se han restablecido por completo.1
Estos incidentes evidencian la fragilidad del ecosistema digital. Pues, aunque los esfuerzos de digitalización han contribuido a la democratización del acceso al conocimiento, también nos enfrentamos a nuevas amenazas que ponen en riesgo estos resultados. Digitalizar no necesariamente es sinónimo de preservación. La preservación digital consiste en un esfuerzo continuo por lograr que los objetos digitales sean comprensibles por una comunidad designada que está en constante cambio (González Crespo, 2024, p. 153). Por ello requiere de estrategias sostenibles y conscientes de los desafíos del mundo de hoy. En esta breve nota quiero esbozar algunas reflexiones en torno a la preservación digital con relación a los objetos culturales digitalizados. Una tarea que no está solo ligada a la tecnología, sino a la toma de decisiones o políticas.
De la utopía digital a los desafíos inmediatos
Desde los orígenes de internet, se ha buscado difundir el conocimiento a través de esos medios. La era digital trajo esta suerte de espacio utópico en el que todo el conocimiento humano estaría disponible. La digitalización de bibliotecas fue una de las vías para alcanzar el sueño. Así, podemos observar esfuerzos como el Proyecto Gutenberg (1971), Internet Archive (1996) o Google Books (2004). Mientras que América Latina no ha sido ajena a este fenómeno, pioneros proyectos como la Sala Virtual de Lectura de la Biblioteca Nacional Argentina, la Biblioteca Virtual Simón Bolívar, aparecieron desde principios del siglo XXI (Gallini, 2007, p. 152).
La digitalización permitió el acceso a documentos que antes solo estaban en bibliotecas o archivos cuya accesibilidad estaba limitada al espacio físico. Un caso reciente que tuvo repercusión en Colombia puede ayudarnos a entender su relevancia. El historiador español Manuel Sánchez García realizó una crónica sobre las dificultades que enfrentó en el Archivo Histórico de Boyacá para consultar el libro de fundación de Villa de Leyva (siglo XVI). Inicialmente, autoridades del archivo negaron su existencia; no obstante, él sabía que el libro debía encontrarse allí debido a que fue microfilmada en 1995 por el Archivo General de la Nación de Colombia. Este episodio nos ayuda a entender cómo, en su momento, los microfilms facilitaron la preservación y el acceso a estos documentos. Una misión que hoy recae en la digitalización de estos objetos culturales.
Pero reproducir copias de los documentos no es preservación. Los microfilms sufren sus propios desafíos de conservación debido al desgaste de sus componentes químicos. En ese sentido, es lógico que los objetos digitales también deban ser concebidos bajo estrategias de preservación sostenibles y realistas. Pero muchas veces, la relación entre digitalización y preservación documental se discute, en otros términos. Se habla más de cómo la digitalización permite la consulta de material, sin tener que desgastar el ejemplar original. Pero la conversación también debe ir por otro lado, ¿Qué estamos haciendo para preservar estos objetos digitales? ¿realmente la digitalización garantiza la supervivencia del conocimiento?
La vulnerabilidad y la amenaza están en la toma de decisiones
En los últimos años, servicios masivos como Google Workspace for Education o redes sociales como YouTube y Facebook, han modificado sus políticas de almacenamiento, limitando su capacidad de memoria significativamente en los servicios gratuitos. Mientras que plataformas de servicios de streaming (ya sea de películas, música o videojuegos como Netflix, Prime, Spotify o Steam), que bien podrían considerarse un tipo de bibliotecas digitales, han modificado sus términos y condiciones haciendo explícito que los contenidos que ofrecen no son propiedad de los usuarios, sino tan solo una licencia de uso que puede revocarse.2 En todos estos casos, la justificación suele ser la misma: la poca rentabilidad que les generan los costos de almacenamiento y mantenimiento. De esta manera, contenido cultural de todo tipo puede desaparecer completamente y sin previo aviso.
La mayor parte del contenido en línea no es sólo frágil, también efímero.3 Esta fragilidad se manifiesta en diversas formas, obsolescencia tecnológica, degradación de datos, desactualización de formatos, entre otros. Pero también está sumamente ligado a las políticas de uso de las grandes empresas tecnológicas que dominan el mercado digital.
Los casos mencionados al principio de este texto son solo algunos ejemplos de las nuevas condiciones en que el mundo digital se está desenvolviendo. Todo pasa por cómo se ha enseñado a pensar en el internet, pues hay que combatir esa idea una gran nube etérea a la que subimos o de la que bajamos archivos. En contraste, de cierta forma se trata de un espacio físico que ocupa servidores, conexiones, ordenadores y demás infraestructura. En ese sentido, está sujeta a las mismas inclemencias que el mundo material, tales como cambios institucionales, fragilidad política, expuestos a guerras, desastres naturales o incendios.4 Permítanme explorar tres de ellos: continuidad de proyectos, institucionalidad e inestabilidad política.
Uno de los mayores desafíos en la preservación digital es garantizar la continuidad de los proyectos. Muchas iniciativas en humanidades digitales nacen con un financiamiento limitado al diseño y ejecución del proyecto. En consecuencia, una vez concluido el proyecto, la falta de mantenimiento y actualización condena estos proyectos al olvido. Esto es particularmente problemático cuando no han sido diseñadas para trascender la propia existencia de los artífices del proyecto. Desaparecido el equipo de trabajo, no pasaran muchos años hasta que no haya huella en internet de sus resultados.
Aunque de una naturaleza distinta, también podemos incluir aquí aquellos proyectos colaborativos que surgieron en Facebook o contenido multimedia cargado en YouTube (Ragas, 2019). Cuya continuidad en línea está sujetas al usuario que los creó. Eventualmente, todo ese contenido podría desaparecer con actualizaciones de las políticas de uso de estas plataformas. Por ello, cuando en 2023 Google anunció la actualización de su política de cuentas inactivas, surgió el temor de que antiguos canales de YouTube fuesen eliminados. La plataforma tuvo que asegurar que en ese momento no tenían planes de suprimidos. Por la misma razón, cuando empezó el proyecto en el que actualmente participo (Fuentes Históricas del Perú), decidimos apoyarnos en infraestructura ya existente para garantizar la permanencia de nuestros contenidos una vez que nosotros desaparezcamos.5 Aunque hoy en día, no hay garantía completa.
Aunque las instituciones son claves para garantizar la preservación de contenidos y la continuidad de proyectos, estas también están sujetas a los cambios de gestión. Lo que puede significar el abandono de estos esfuerzos, dejando archivos incompletos o inaccesibles. La compra de Twitter por Elon Musk es un recordatorio del drástico cambio que pueden sufrir las plataformas en un corto periodo de tiempo. Esto también ocurre en instituciones que creeríamos más estables por estar ligadas a centros de investigación o políticas públicas. Proyectos de digitalización y de repositorios digitales de centros culturales pueden estar sujetas al gobierno de turno. Ello provoca que algunos programas sean descontinuados o abandonados, entonces los enlaces queden inutilizados y perdemos acceso a contenido que antes se encontraba en línea. Otro ejemplo que ilustra ello es la desaparición del portal UNAM 100 años. Ello fue denunciado en 2015 desde el blog de la Red de Humanidades Digitales. Aunque fue restaurada rápidamente por la universidad, hoy ese sitio web es inaccesible.6
Los cambios políticos y administrativos han demostrado ser un factor determinante en la continuidad de proyectos de preservación digital. Gobiernos con agendas opuestas a las previamente establecidas pueden eliminar archivos, cerrar plataformas o dificultar el acceso a documentos claves. Los recortes presupuestarios recientes en Estados Unidos tienen en la mira a instituciones culturales, lo que podría significar la desaparición de algunos servicios o centros de investigación.7 Esta situación es un problema latente en América Latina ante la constante amenaza de los discursos negacionistas, lo que pone en peligro la continuidad de algunos museos de memoria. Queda más que claro que la digitalización de objetos culturales no garantiza su permanente acceso. Ante este panorama, es urgente reforzar la preservación digital y garantizar su continuo acceso dentro de nuestros proyectos.
Algunos puntos sobre la preservación digital
Si no abordamos la preservación digital con la misma seriedad con la que protegemos archivos físicos, corremos el riesgo de perder irremediablemente una parte crucial de nuestra memoria cultural. Aunque esto es harto conocido, en la práctica la preservación digital ha tardado en extenderse en América Latina. Un estudio del 2019 reveló que solo el 23% de 30 instituciones iberoamericanas poseían alguna política de preservación. Aún hoy es una materia pendiente, aunque durante la última década ello ha ido cambiando, especialmente en Brasil, Colombia, Chile, Costa Rica y México (Zapata Cardenas, 2023, p. 5-7).8
Si bien parte de los problemas mencionados pueden pasar por la falta de institucionalización o reducido financiamiento, debemos tener en cuenta siempre la toma de decisiones en el marco de diseño e implementación de estos proyectos. ¿Qué estamos haciendo para facilitar la preservación de nuestros contenidos? Las herramientas y técnicas específicas existen, desde las más rudimentarias hasta las más sofisticadas: la colaboración para garantizar el acceso permanente, generación de duplicados, uso de plataformas descentralizadas y/o colaborativas, servicios P2P, metadatos estandarizados, servicios multiplataforma, entre otros.9
Pero no basta con usar estas estrategias, además es importante tener en cuenta algunos principios en la preservación digital. El especialista Trevor Owen propuso una serie de 16 axiomas a considerar en la preservación digital para enfocarse en los contenidos antes que, en software específico, el cual en sí mismo puede estorbar en la preservación (Owen, 2023, p. 26-29). Sus reflexiones, más que un manual de aplicación, son muy útiles para comprender la naturaleza de la práctica de la preservación digital.
Como Owen (2023, p. 26) supo plantear, no hay nada preservado, sino que se trata de un ejercicio constante que debemos mantener. En ese sentido, ante la incertidumbre del futuro digital, hay que hacer esfuerzos racionales para preservar nuestros contenidos y el trabajo que estemos realizando no sea momentáneo. Esta labor no depende solo de instituciones, sino también de lo que podamos hacer desde nuestros puntos de referencia. Debemos adoptar estrategias activas como respaldar documentos, distribuir copias, garantizar interoperabilidad de formatos o utilizar plataformas descentralizadas.
Notas de página
1 En 2024, la British Library publicó una reflexión sobre las lecciones dejadas por el ciberataque.
2 Ante el cambio de políticas de uso en plataformas de streaming, en comunidades en línea circula la idea que “si comprar no es poseer, piratear no es robar”. De alguna forma, ello no solo es una respuesta ante la falta de acceso a contenidos específicos, sino que de alguna forma podría garantizar su preservación.
3 En esta oportunidad no ahondaré en los objetos digitales que nacieron en ese formato, sino aquellos que pasaron por un proceso de digitalización desde un formato analógico. Aunque los peligros y estrategias pueden aplicar para ambos.
4 Un incendio en la Biblioteca Amazónica (Iquitos, Perú) ocurrido en 2022, no solo afectó material ahí resguardado, también casi comprometió las digitalizaciones que se estaban realizando. Las reflexiones sobre una de las directoras del proyecto en torno al extractivismo digital y las condiciones infraestructurales de ciudades y bibliotecas en dónde se llevan a cabo las digitalizaciones fueron publicadas en 2023 (Smith, 2023).
5 Una importante reflexión realizada por Gimena del Rio Riande (2024) sugiere el uso de tecnología y recursos prexistentes, no solo para reducir presupuestos en mantenimiento sino también para aunar esfuerzos en la continuidad de los contenidos. Esta sugerencia está enmarcada en el minimal computing y en el uso de herramientas como Jekyll, para generar sitios estáticos, o GitHub, para la carga de archivos, por citar algunos ejemplos. En el caso de Fuentes Históricas del Perú, también recurrimos a Internet Archive para facilitar el acceso y continuidad de algunos contenidos.
6 El último registro funcional en la Wayback Machine es del 2016. Ver: https://web.archive.org/web/20160506040234/http://www.100.unam.mx:80/
7 El 14 de marzo de 2025, Estados Unidos anunció el recorte presupuestario de diversas instituciones, entre ellas el Centro Internacional Woodrow Wilson y el Instituto de Servicios de Museos y Bibliotecas. Aunque ello no signifique su inmediata desaparición, pone en riesgo sus actividades y genera preocupación sobre el manteniendo de sus colecciones, incluidas aquellas que está en línea.
8 Un gran caso es el Grupo de Preservación Digital (GPD) de la Universidad Autónoma de México fue creado en 2017 y está enfocado en la investigación, experimentación y formación de recursos en relación con este tema. En su plataforma web cuentan con diversas herramientas, presentaciones y documentos que pueden ayudar a evaluar y contribuir a la preservación de cada proyecto.
9 El manual de la Digital Preservation Coalition puede ser una herramienta útil para embarcarse en estas prácticas. En español, puede consultarse el libro de Trevor Owens, La teoría y el oficio de la preservación digital (2023), cuya traducción del inglés fue coordinado por Isabel Galina.
Bibliografía
Del Rio Riande, María Gimena (2024). Acerca de la sostenibilidad, archivo y preservación de proyectos de edición digital de textos hispánicos. Acta Académica.
Gallini, Stefanía (2007). El siglo decimonónico latinoamericano en la Red. Historia Crítica, (34).
González Crespo, Arien (2024). Metadatos sociales y preservación digital: cinco retos para las instituciones de la memoria. Metadatos sociales. Ciudad de México: UNAM.
Owens, Trevor (2023). La Teoría y el oficio de la preservación digital. Ciudad de México: UNAM.
Ragas, José (2019). Digital Resources: Digital Peru. Oxford Research Encyclopedy.
Sánchez García, Manuel (2025). Crónica de un robo en el archivo. El Malpensante, (269).
Smith, Amanda M. (2024). Extractivism and the ecology of research infrastructure: digitizing precarious materialities in Iquitos, Peru. Tapuya, 7(1).
Zapata Cárdenas, Carlos (2023). La preservación digital de documentos electrónicos de archivo: una materia pendiente en América Latina. Revista del Archivo Nacional de Costa Rica, (87).
Semblanza del autor: Estudiante del posgrado en Historia en la Universidad de California, Davis. Es bachiller en Ciencias Sociales, especialidad Historia, por la Universidad Nacional Mayor de San Marcos. Ha cursado el Diplomado en Historia de América por la Universidad Nacional Autónoma de México. Ha co-editado el libro “Hijos de inmigrantes” (2019). Ha formado parte del proyecto de digitalización del archivo de la Confederación Campesina del Perú con el apoyo del Modern Endangered Archives Program (Universidad de California, Los Ángeles). Está interesado en la reflexión epistemológica sobre la investigación en ciencias sociales en la era digital. Actualmente es co-fundador de Fuentes Históricas del Perú y becario de la Red de Humanidades Digitales.
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