Arte, memoria y humanidades digitales: un viaje por colectivos artísticos en Brasil y Argentina
14 agosto 2025
14 agosto 2025
Por Gilson Mateus
La emergencia y persistencia de colectivos artísticos en el Brasil y la Argentina contemporáneos constituyen un fenómeno complejo que exige una investigación que vaya más allá del inventario de prácticas: se trata de comprender cómo agrupaciones colectivas producen representación estética del trauma histórico, cómo negocian legitimaciones institucionales y cómo despliegan estrategias territoriales, materiales y discursivas para rearticular memorias subalternas. El presente anteproyecto ofrece ya una nómina de casos y un itinerario teórico que permite pensar el colectivo artístico como una infraestructura estética viviente: un entramado sensible y institucional que amplifica voces subalternas e interviene en espacios públicos y museográficos. En ese sentido, la investigación se propone trasladar este marco a un análisis comparado entre Brasil y Argentina con dos objetivos generales: comprender qué modalidades de representatividad del trauma histórico despliegan los colectivos y cómo las condiciones nacionales, urbanas y institucionales modelan esas modalidades.
Además, el trauma histórico en las sociedades latinoamericanas, entendido como experiencias de violencia estatal, desposesión, racismo y olvido institucional, ha sido objeto de múltiples dispositivos de memoria: museos, movimientos de derechos humanos, políticas públicas, archivos y, crucialmente, prácticas artísticas. Del punto de vista de los estudios que han publicados, abundan investigaciones sobre colectivos concretos o sobre memorias nacionales, pero faltan análisis comparados que articulen trayectorias, tácticas y legados entre países con historias autoritarias y configuraciones culturales semejantes pero divergentes en sus secuelas políticas y de memoria. En segundo lugar, muchos análisis privilegian la dimensión discursiva o institucional, sin explorar en profundidad la materialidad de las prácticas, cómo técnicas, soportes, circulación de objetos y modos de intervención en el espacio público ni las formas afectivas y performativas mediante las cuales el trauma se hace perceptible y re-significable. Y, en fin, hay escasez de estudios que integren cartografías de redes, lo que impide comprender cómo se modularon influencias recíprocas y cómo los colectivos configuran circuitos institucionales de legitimación.
En otra perspectiva, las diferencias y similitudes entre Brasil y Argentina constituyen un terreno heurístico fértil. Ambos países compartieron modernización cultural y regímenes autoritarios que marcaron las décadas medias del siglo XX, pero sus procesos de rendición de cuentas, praxis memoriales y ecosistemas artísticos han transitado caminos distintos: Argentina desarrolló un movimiento de derechos humanos con fuerte visibilidad pública desde fines del siglo XX, con museos y memoriales que institucionalizaron narrativas de la represión; Brasil experimentó procesos de memorización y representaciones del pasado que, por razones políticas y estructurales, han consolidado modalidades distintas de presencia pública del trauma. Estas diferencias no implican una dicotomía absoluta sino matices que la investigación comparativa está en condiciones de poner en diálogo: ¿Cómo influyen las políticas de memoria y la inserción institucional en la forma en que los colectivos producen arte sobre el trauma? ¿En qué medida la esfera pública urbana constituye un territorio de disputa distinta en cada contexto?
La hipótesis central sostiene que los colectivos artísticos operan como mediadores estéticos que traducen nudos de memoria en formas sensibles que pueden desafiar o complementar los marcos institucionales oficiales. En consecuencia, se propone que existen tres modalidades analíticas para comprender la relación entre colectivo, memoria y trauma: a) modalidades subterráneas y efímeras que privilegian visibilización inmediata y tácticas de aparición/disolución; b) prácticas comunitarias y de recuperación material que articulan reparación simbólica; c) prácticas de institucionalización crítica que negocian legitimación sin resignar autonomía. Estas modalidades no son mutuamente excluyentes y se articulan en redes de intercambio que atraviesan fronteras nacionales. Un corpus comparado que incluya colectivos brasileños y argentinos permite mapear cómo cada modalidad se realiza en contextos específicos, estableciendo continuidades y rupturas. El listado propuesto en el anteproyecto será la base empírica para un muestreo intencional que preserve diversidad de tácticas, escalas y territorios.
¿Arte y humanidades digitales? caminos posibles y debates teóricos-metodológico
En el marco de las humanidades digitales, la reflexión sobre la memoria y el arte contemporáneo latinoamericano gana nuevas dimensiones teóricas y metodológicas. La intersección entre arte, producción artística y humanidades digitales configura un territorio emergente de gran riqueza teórica y práctica, que invita a repensar el lugar del arte, y fundamentalmente de las artes visuales, en la era digital. El arte visual, con su larga historia marcada por transformaciones en técnicas, soportes y modos de exhibición, ha experimentado recientemente una mutación profunda al incorporar recursos digitales no solo como herramientas instrumentales, sino como parte integral de su materialidad y conceptualización.
En ese sentido, la producción artística se extiende más allá del objeto físico tradicional para habitar espacios híbridos, donde lo tangible y lo virtual se funden, generando nuevas experiencias perceptivas y formas de interacción. La noción de obra de arte se expande, en la línea planteada por teóricos como Arthur Danto, para concebirla no solo como un objeto o imagen sino como un nodo dentro de un “mundo artístico” dinámico y relacional, que incluye además de los artistas, a curadores, instituciones, públicos y también a plataformas digitales.
Las humanidades digitales aportan a este escenario una perspectiva metodológica y crítica que potencia la reflexión sobre el arte y sus procesos en entornos mediáticos complejos. Por un lado, funcionan como un conjunto de herramientas que habilitan análisis cuantitativos y cualitativos a partir de grandes corpus visuales, permitiendo reconocer patrones, tendencias y conexiones que se escapaban a la mirada tradicional. Por otro lado, ofrecen marcos conceptuales para pensar el arte en la era de los datos, la interconectividad y la cultura digital, reflexionando sobre la materialidad de las imágenes digitales, las transformaciones en la producción y circulación cultural, y las nuevas formas de agencia y participación social.
En cuanto a la producción artística, las humanidades digitales introducen elementos que transforman tanto la creación como la recepción y la preservación de las obras. Tecnologías como el análisis asistido por software, la realidad aumentada, la cartografía georreferenciada y las bases de datos con metadatos enriquecidos permiten no solo el registro y la documentación más exhaustiva, sino la apertura de nuevas modalidades de exploración y exhibición. Se generan plataformas interactivas donde el público puede navegar entre múltiples capas de interpretación, temporalidades y contextos, ampliando así la función tradicional del museo o la galería hacia modelos de participación más horizontales y experienciales.
Esta hibridación no está exenta de tensiones. La producción artística en la era digital debe negociar con problemáticas vinculadas a la autenticidad, la reproducibilidad técnica y la pérdida del aura tradicional de la obra física, planteadas desde Walter Benjamin hasta los debates actuales sobre la cultura digital. Además, emerge un campo reflexivo en torno a la ética del uso de datos, los derechos sobre las creaciones digitales y las dinámicas de poder implicadas en la visibilidad y legitimación de ciertos discursos artísticos. Aquí, la teoría institucional del arte resulta clave para comprender cómo los colectivos artísticos se insertan en redes que van más allá de lo físico, incorporando agentes y dispositivos digitales que median la percepción pública y académica.
Asimismo, las humanidades digitales revalorizan el trabajo colaborativo y transdisciplinar, necesario para abordar la complejidad de las prácticas artísticas contemporáneas. Se articulan conocimientos procedentes de la historia del arte, la teoría crítica, la informática y la sociología, entre otros, para construir análisis integrados que dialoguen con la práctica misma de los artistas, quienes muchas veces experimentan con medios digitales, videojuegos, inteligencia artificial o algoritmos como parte de su obra. Este puente entre teoría y práctica evidenciado por las humanidades digitales inaugura modos inéditos de producción académica, curatorial y artística que amplifican la capacidad para pensar y hacer arte en el siglo XXI.
El diálogo entre arte, producción visual y humanidades digitales como un espacio fecundo, que invita a repensar conceptos clásicos con herramientas contemporáneas, y que a la vez reconoce la importancia de las particularidades culturales, sociales y políticas que atraviesan cada proceso creativo. La emergencia de nuevas materialidades, modos de exhibición y formas de participación abre horizontes para que tanto artistas como investigadores y públicos puedan negociar sentidos, reinventar memorias y construir futuros posibles. En este sentido, el encuentro entre estas esferas no solo amplía la comprensión de la producción artística sino que redefine su papel como acto profundamente sociopolítico y tecnológico, situado y abierto.
Así, el campo de las humanidades digitales aplicado al arte visual no es solo un conjunto de técnicas o soportes técnicos, sino un dispositivo crítico y creativo que invita a pensar el arte contemporáneo en sus dimensiones más amplias y complejas, confrontando sus contracciones y potencias en una época marcada por la transformación acelerada de lo cultural, lo material y lo digital. Esta tensión y fertilidad constituyen la base para que el arte continúe siendo un espacio de innovación y resistencia, instalado en la intersección de cuerpos, imágenes, datos y redes simbólicas.
Los colectivos artísticos como Coletivo Trovoa, OPNI (Objetos Pixadores Não Identificados), Bijari y Garapa en Brasil, junto con Etcétera, Grupo Escombros, Grupo Mondongo, Arde! y La Mar en Coche en Argentina, encarnan una relación cada vez más estrecha y compleja con el campo de las humanidades digitales. Esta relación no se limita al uso instrumental de herramientas tecnológicas, sino que configura un modo de pensar y producir arte profundamente arraigado en las lógicas de la circulación digital, la documentación colaborativa y la preservación de la memoria en entornos híbridos.
El Coletivo Trovoa, integrado mayoritariamente por mujeres negras, indígenas y artistas racializadas, utiliza las redes sociales, especialmente Instagram, como espacio expositivo y de articulación política. Allí no solo difunden imágenes en alta resolución de sus pinturas, instalaciones y performances, sino que también generan una comunidad virtual que funciona como un museo vivo, donde la interacción con el público es inmediata y transnacional. Las fotografías reales de sus proyectos revelan cómo el registro digital amplifica el alcance y complejiza las narrativas al inscribirlas en archivos visuales accesibles a cualquier usuario.
El OPNI, con base en la periferia paulistana, combina graffiti y pixación con tecnologías como el video mapping para producir murales lumínicos e interactivos. En las imágenes documentales de sus intervenciones se percibe la paradoja de una obra concebida para la inmediatez del espacio urbano que, no obstante, se proyecta hacia el tiempo largo del archivo digital. Esta tensión —entre lo efímero y lo preservado— es central en las humanidades digitales, que ofrecen estrategias para registrar, mapear y estudiar producciones artísticas que tradicionalmente habrían quedado fuera de la historia del arte institucional.
El Bijari explora las intersecciones entre arte, diseño y tecnología con instalaciones audiovisuales de alto impacto, frecuentemente capturadas en fotografías y videos que circulan libremente en línea. Sus proyectos combinan proyecciones en fachadas, entornos virtuales y activismo político, generando obras que nacen y se expanden simultáneamente en el espacio físico y en el digital, tal como las humanidades digitales analizan la creación contemporánea como un ecosistema de soportes y redes.
Por su parte, el Coletivo Garapa articula su trabajo en torno a la fotografía y el documental audiovisual, construyendo archivos con metadatos que permiten la investigación artística y social. Sus bancos de imágenes y videos no solo preservan momentos y procesos, sino que los convierten en corpus analíticos que habilitan nuevos abordajes curatoriales e interpretativos.
En Argentina, Etcétera propone performances políticas cuya existencia depende tanto del acontecimiento en vivo como de su registro y archivo digital, construyendo lo que denominan “contra-archivos” para disputar las narrativas hegemónicas. El Grupo Escombros, con su poética de la ruina, produce instalaciones registradas en series fotográficas que permiten examinar sus detalles materiales y compositivos mediante software de análisis visual, reforzando un puente entre lo físico y lo digital. El Grupo Mondongo, al incorporar realidad aumentada, transforma la experiencia de sus materiales insólitos en una vivencia inmersiva mediada por dispositivos. Arde!, desde su plataforma web abierta, hace del archivo digital una parte integral de su obra, y La Mar en Coche desarrolla narrativas transmedia en las que el medio digital no solo documenta, sino que interviene en la trama creativa.
En todos estos casos, las imágenes reales que documentan y difunden sus acciones demuestran que la interacción con las humanidades digitales es estructural: no es únicamente un soporte, sino un marco que condiciona cómo se produce, se comparte, se legitima y se recuerda la obra.
Conclusión
La intersección entre prácticas artísticas colectivas y humanidades digitales redefine las fronteras de la producción, preservación y circulación del arte contemporáneo en América Latina. Los colectivos analizados no solo utilizan la tecnología para registrar o difundir su obra, sino que la integran como espacio de creación y diálogo, ampliando el “mundo del arte” descrito por Arthur Danto para incluir agentes digitales, plataformas interactivas y archivos abiertos. Así, el arte producido por estos grupos se convierte en memoria viva y dinámica, multiplicada por las posibilidades y contradicciones del entorno digital, y constituye un testimonio de cómo la creatividad, el activismo y la tecnología pueden articularse para construir redes simbólicas que trascienden límites geográficos, temporales e institucionales.
Semblanza: Estudiante de Maestría en Historia del Programa de Posgrado en Historia (UFRN); Participó en el programa de perfeccionamiento de Paleografía y Humanidades Digitales de la Universidad de Texas, Austin; Es licenciado en Historia (UFRN) y tecnológico en Administración (CENEP/SEEC). Como investigador y vocalista forma parte de la Red de Humanidades Digitales. Miembro del Laboratorio de Experimentación de Historia Social (LEHS/UFRN), con foco en proyectos sobre Humanidades Digitales, Bases de Datos e Historia Agraria en América Latina e Historia del Derecho, con enfoque en derechos de propiedad de la tierra. También es investigador del proyecto Mapeo de Colecciones Etnográficas en Brasil (UFF), que tiene como objetivo mapear y difundir colecciones de objetos de poblaciones originarias y tradicionales en museos brasileños. Además, forma parte del Laboratorio de Historia y Patrimonio Cultural de Minas Gerais (PUC-MG). Forma parte del consejo editorial de la revista Espacialidades (UFRN/PPGH), de la revista CLAD vinculada al Centro Latinoamericano de Administración para el Desarrollo, Reforma y Democracia y becario de la CAPES. Sus intereses de investigación incluyen Historia Latinoamericana; Historia del Derecho; Historia de la Arte y sus Teorías;Historia agraria; Museología, Memoria y Patrimonio; Colecciones etnográficas; Teoría decolonial y humanidades digitales.
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